GOBIERNO
23 de julio de 2020
Generan un marco para . . .

que los pueblos originarios manejen sus territorio.
Bernardo Gonçalves Borrega. Corresponsal en Casa de Gobierno .
Herramientas para la diversidad. Una experiencia destacable de convivencia y consenso es la que tiene lugar entre la comunidad mapuche y la administración del Parque Nacional Nahuel Huapi, en la provincia de Neuquén. Verónica Huilipan, integrante de la comunidad mapuche Lof Kinxikew, comentó a Sobre La Tierra que “el Estado Argentino y Parques Nacionales reconocieron que se encontraban sobre territorios mapuches con un sistema de vida, una organización y un uso particular. A partir de ese evento se abrió el diálogo para pensar el área de forma conjunta”.
Y añadió: “Una vez que se comienza a pensar de forma colectiva, también se generan condiciones para sumar a las decisiones a otras instituciones, como las universidades. Es fundamental adecuar la normativa de Parques Nacionales al Derecho Indígena y llevar adelante planes de ordenamiento integral territorial que sean interculturales, interdisciplinares e interinstitucionales”.
Para Ceferino Zárate, referente de la comunidad Tinkunaku del Pueblo Kolla de Salta, es necesario generar mecanismos que aseguren el control de los territorios en manos indígenas. “Tras años de conflicto de tierras con el Ingenio ‘El Tabacal’ ganamos la titularidad de casi 100.000 hectáreas. Sin embargo, las tierras no quedaron registradas bajo una ley de propiedad comunitaria indígena, y eso representa una debilidad legal”.
Ante tal situación, Ceferino destacó que los TICCA son herramientas clave para que las comunidades se organicen, reciban el acompañamiento de otros actores sociales como, por ejemplo, la academia, y consigan los recursos necesarios para lograr gestionar de forma efectiva sus tierras.
“Los TICCA contribuyen a que conservemos diversidad cultural y biológica sostuvo Jorge Nawel, miembro de la confederación Mapuche de Neuquén, durante otro evento del PEAPTICCA—. Ambas diversidades se potencian. Al sentirnos parte de la naturaleza, tomamos de ella lo que necesitamos para sobrevivir. De esta forma, mientras recuperamos y consolidamos nuestra identidad, cosmovisión y vínculo con el entorno natural, resguardamos áreas amenazadas por modelos de desarrollo que se basan en la explotación desmedida de la biodiversidad”.
Tierra, vida y cultura
“Diferentes actividades extractivas avanzan y afectan los territorios de los pueblos originarios. La agricultura es una de las principales, ya que se expande a costa de la deforestación. Entre el 2001 y el 2015, las comunidades del chaco salteño perdieron el 21% de la superficie que usaban para cazar, criar ganado y recolectar alimentos.
Al degradarse el bosque remanente, disminuyó la calidad de vida del 64% de las comunidades que estudiamos”, afirmó José Paruelo, docente de la FAUBA, investigador del Conicet e integrante del Laboratorio de Análisis Regional y Teledetección LART-FAUBA.
Por último, Libertad Mascarini, docente de la FAUBA y Responsable Técnica del PEAPTICCA, coincidió con Paruelo en que la ciencia y las universidades son espacios fundamentales para valorar y dar visibilidad a los saberes ancestrales, y dijo “En las aulas podemos cuestionar el concepto de la tierra como un medio de producción y cambiarlo hacia una mirada que incluya la vida y la cultura de quienes lo habitan y producen”. Por su parte, Paruelo agregó: “el sector académico puede contribuir a buscar soluciones en pos de realidades más justas. Cuando los pueblos originarios y las comunidades locales acceden al control de sus tierras, la sociedad en su conjunto se beneficia al fortalecerse la diversidad biocultural”.COMPARTIR:
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