CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER  La muerte tiene cara de mujer .                                                Por : Raul Verblud.

Siempre vestida negro, de luto eterno y negra parece ser su alma ya que goza con el sometimiento a los demás…         Ella y su séquito deciden quien es digno de honor y quien es el que debe padecer ante la carga de sus medios               afines y la patota de sus obsecuentes militantes.                                                                                                                       Su naturaleza es perversa y dañina, y en cada exhalación despide malestar que contagia al resto.
La señora ocupante del cargo de Presidente tiene aires de emperatriz de un imperio que está enfrentado y a contramano del resto del mundo, como lo era Egipto o Roma, generando en la omnipotencia de su poder la superación de límites día a día, y cuando esto sucede la historia nos enseña que llega un momento en el que se decide por la vida y la muerte de las personas.                                                                                                                             Cristina gozó de belleza encandilante, popularidad, dinero y poder que se van diluyendo ante el paso de los días, caso digno de un relato esotérico donde el diablo viene a reclamar el pago de su factura con el sobreprecio de la sangre de los inocentes.
Cristina nació el 19 de febrero de 1953, cuando aún estaba fresco el dolor de la pérdida de Evita, lo hizo bajo el cambio de Acuario a Piscis y la dualidad que ello supone en cuanto a contradicciones de personalidad: incapaz de aceptar la idea ajena y replegarse, como así también de abandonar una propia por más equivocada que este, aún .sabiéndolo.
Así fue que víctima de su propia vehemencia comenzó a militar en la mala política, la de los jóvenes idealistas pero con un perfil tibio, de militancia barata en cuanto a que no integró cuadros de combate como su amiga Nilda Garré.
En esos años de locura tuvo una corta pero fogosa relación con un maduro, en ese momento, militante peronista de Mendoza de apellido Pulqui, con quien tuvo una hija a quien llamo Carolina, solo por una cuestión de exigencia legal, pero superando un límite más en su vida: el de abandonar una hija.
Esto sucedió antes de conocer al gran ladrón Néstor, y fue aprovechado por otra nefasta figura del entorno presidencial llamada Hebe de Bonafini, para generar el otorgamiento de los créditos a su fundación.
Cristina estaba ante una situación en la que la tacha de la sociedad se hacía sentir, y no podía arriesgarse a eso: ella muy joven, Pulqui muy mayor para ella, no casados y para colmo la niña nacida con síndrome de down.
Fue entonces ese un detonante para abandonarla en un orfanato e ir al sur, bajo la cobija de un usurero de Rio Gallegos de apellido Kirchner, que era casualmente su nuevo suegro y que pretendía salvar a su hijo, el otro detonante era la asunción del Proceso de Reorganización Nacional al poder, que exterminaba militantes constituyeran o no peligro armado.
                             

Al poco tiempo de ese exilio nació ya en Río Gallegos su segundo hijo Máximo y la familia empezó a tomar forma, en el medio llegaría un embarazo perdido, según ella dijo por “fumar mucho”, y después llegaría Florencia con la cual “cerraría la fábrica” en 1990.
El poder y el dinero fueron llegando de a poco a sus manos, con un marido que ejecutaba hipotecas gracias a la circular 1050. Con el advenimiento de la democracia y ya en el ejercicio de la política de una provincia despoblada, su marido asumiría la intendencia.
Posteriormente la carrera fue acelerándose llegando a ser Diputada Provincial, la esposa del Gobernador y poco tiempo después Senadora Nacional: a esta altura ya eran los patrones de una estancia llamada Santa Cruz.     También fue congresista a reformar la Constitución en 1994, Constitución que no respetaría y el destino haría resistir ante sus embates como Presidenta.
Pero el gran salto llegó cuando Néstor gana la Presidencia de la Nación ante un decadente Carlos Menem: ese parecía ser el las alto escalafón, pero habría más… su propia magistratura.
En 2007 llega el máximo galardón en el cual la exposición la haría desenmascarar su personalidad, proyectándola como una persona sin límites.                                                                                                                                                       No era cuestión de hacerlo así nomás por eso un buen cambio de cara era conveniente: Cristina era una diosa surgida de no sé dónde, pero distinta al resto de las mujeres de su edad, su belleza encandilaba y su ejercicio de poder comenzaba a someter con la resolución 125, a los seis meses de asumida casi causa una guerra civil.
Posteriormente vendrían más esbozos de odio y vehemencia en locuras, anuncios faraónicos como el “tren bala” y obras que nunca se terminaron y que generaron el otorgamiento de millonarios subsidios.                                                 El gobierno de Cristina lleva más de 27.000 muertos por inseguridad, y es responsable porque generó las condiciones para el caos de la delincuencia, el engrosamiento de los índices de trata de personas y la liberación de fronteras, zonas y espacio aéreo para el tráfico de drogas.
Otro índice es el de los fallecidos en accidentes de tránsito: 75.000, y esto es parte de la corrupción y la complicidad de Gobernadores que se someten a su poder por miedo a represarías partidarias olvidando los derechos del pueblo que los voto.                                                                                                                                                                               Dos tragedias ferroviarias y un genocidio ante la falta de erogación de los fondos para el dragado de canales en la Plata ante una situación climática, serían otros éxitos de su corrupta y mortífera gestión.                                               Su falta de sensibilidad ante el dolor de los afectados es más que evidente porque no le importa: la caradurez en pleno al mandar a Berni a auxiliar a su madre en La Plata mientras morían personas ahogadas como en la más dantesca imagen del hundimiento del Titanic.
                                                
A Cristina se le cayó el botox, pero aún mantiene la cara firme y dura ante las suplicas y exigencias de cambio de su pueblo que la padece como la más letal de las maldiciones. Jamás llegara a tener la grandeza de otras mujeres como Golda Meir, Angela Merkel o sus colegas vecinas Dilma Rousseff y Michelle Bachelet, al contrario está más cerca de parecerse a Cleopatra o María Antonieta.
                           

Cristina es digna de un estudio psicológico de alto debate y de un guión hollywoodense, lástima que si llegan a hacer una película de su vida los Oscars y los millones de taquilla no serán de quienes la padecieron como ocupante del cargo de Presidente.

Raúl Verblud .