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Clarín

La intimidad del poder                 CafeDomingo 25, de Junio de 2023.

Hola Rodolfo Atilio.

Ya sé, todavía estás aturdido por el cierre de listas.

Que por qué se bajó fulano, que por qué no se presentó mengano.            Son siempre así los cierres: confusos y extenuantes; y parecería que nunca terminás de entender qué pasa.

Te prometí hace quince días, cuando arrancamos con el newsletter, que nos íbamos a zambullir en la intimidad del poder.                                          Empecemos. ¿Por qué Cristina cambió la fórmula?                        La vice vivió 48 horas de suma tensión.                                                      Algo comienza a cambiar: ya muchos no le tienen miedo; hasta los que parecían ser los más incondicionales le plantearon que Wado de Pedro la conducía a una derrota histórica.

Metámonos en su despacho.                                                                      Es la propuesta para hoy.                                                                                  Cristina abrió las puertas del Senado para escuchar, quizá por primera vez, lo que nunca quiso oír.                                                                              Hoy escribí sobre eso.                                                                                        El ocaso llega para todos.

Pero, ¿y la oposición?

Hoy voy a revelar una charla de Macri con Javier Milei.                 

Y las especulaciones que hay en torno a Larreta y Bullrich.                        ¿Es verdad que pueden pelear por el tercer y cuarto puesto?                      ¿O es un artilugio del kirchnerismo?

Te acerco mi columna de hoy, actualizada, para que sepas lo último que está pasando en la política y en el poder

Spoiler alert: nada es lo que parece por estas horas en las que los políticos negocian, ocultan y se ilusionan con llegar a la Casa Rosada.

También te comparto una serie de notas con las claves de la semana.

Nos reencontramos el próximo domingo.

Santiago Fioriti

Editado por :  SANTIAGO FIORITI.

PANORAMA SEMANAL.

Del editor al lector

¿Cristina conducción? El peronismo despertó, vio cerca la derrota e impuso a Massa.

Ningún sector del oficialismo había salido a apoyar la fórmula De Pedro-Manzur.

Desde que fue condenada por corrupción y decidió desertar de las candidaturas electorales, Cristina se fue quedando sin opciones porque nunca se ha preocupado por construir un legado. 

Tampoco quiere ser la responsable de otro fracaso, preocupada como está por ocultar o al menos disimular entre los propios lo mucho que ha tenido que ver en el actual, que agonizará hasta diciembre, y con otros anteriores que se enhebran como un rosario de errores muy caros, que pesan mucho.

El famoso dedo para ungir funciona cuando se tiene mucho poder o se dispone de un candidato que mida mucho en las encuestas.

La ex presidenta se encontró de pronto con que no contaba con ninguno de esos atributos esenciales para su modo endogámico de conducción política.

Esa hesitación o debilidad, como se quiera, la hizo permitir que circulara una fórmula que cumplía con las parámetros que ella había fijado -Wado de Pedro y Juan Manzur- la que murió nonata al no resistir la prueba ácida de la realidad.                     

Ningún sector del oficialismo, salvo marginales, salió a apoyarla, ni siquiera los gobernadores que el tucumano dijo representar cuando reclamó ante Cristina un lugar en ese fugaz binomio.

Esa fórmula era, para muchos dirigentes oficialistas, la admisión certera y temprana de la derrota.

Es entonces cuando el peronismo despertó de una siesta prolongada, entró en acción imponiendo una fórmula en la que por primera vez falta un kirchnerista explícito, aunque Agustín Rossi se autopromocione como el portaestandarte de esa facción.               

Cristina, que ha hecho de la política simbólica el centro de sus tácticas, no puede explicar esa ausencia, salvo que sea deliberada, ni tampoco la razón por la que mandó a un sacrificio inútil a uno de sus preferidos.

Los antecedentes de sus errores tácticos están a la vista:                            Cobos, Boudou, Aníbal Fernández, Alberto Fernández.       

Se pueden incluir las derrotas ante Francisco de Narváez (que determinó el nacimiento de las PASO),

Sergio Massa (que terminó con el sueño de Cristina Eterna) y

Mauricio Macri, a quien le opuso una fórmula con Scioli y un comisario político, Carlos Zannini, para controlar y en alguna o mucha medida suplantar, cuando lo sintiera necesario o conveniente, al eventual presidente.

“Vas a ser el responsable de una derrota histórica del peronismo”, le arrojaron a la cara dos gobernadores –el catamarqueño Jalil y el santiagueño Zamora- a un atribulado Alberto Fernández, a quienes le pidieron que bajara a Scioli para que Massa pudiera ser el candidato único, como el ministro ha reclamado desde que comenzó esta danza

Fernández y Massa son como el agua y el aceite: no se toleran, pero el Presidente vio su oportunidad para vengarse de Cristina y tratar meter sus ralas huestes

-Tolosa Paz, Cafiero- en las listas, abandonó a Scioli y disfrutó con la caída de De Pedro, el ministro que un día se le insubordinó desnudando debilidad política congénita.

Massa siempre ha sido un adicto a la oportunidad, ya lo ha demostrado. 

Supo actuar en un escenario en el que todo era confusión porque quien teóricamente debía ordenarlo había decidido abstenerse de meter otra vez la pata, o más sencillamente, no encontraba salida.

Parece haber leído a Maquiavelo: “No debe pues un príncipe ser fiel a su promesa cuando esta fidelidad le perjudica y han desaparecido las causas que le hicieron prometerla”. 

Así ha actuado en su carrera política y no hay razones para pensar que puede cambiar de parecer.

Ocurre que Massa es candidato no por el presente pero también por él.  Hoy tiene demasiados problemas: el FMI seguramente le tirará un centro, que es aflojarle un poco el dogal, que compromete su futuro si gana o de cualquiera que llegue a la Casa Rosada.

Pero ¿es que acaso hay otro camino?

Se pregunta el ministro, mientras se prepara para desembarcar en Washington donde estrenará su nuevo traje de candidato.

¿Puede el oficialismo hacer campaña contra el FMI, como alienta Cristina, con Massa como carta electoral?

La respuesta es obvia. Como también es obvio que su candidatura  sintoniza mucho mejor con los Estados Unidos que cualquier otra de Unión por la Patria.

Está claro que su postulación achica en teoría su temor de que un candidato oficialista apareciera tercero o cuarto en las PASO, lo que desencadenaría una corrida que podría ser letal.

Es importante, para Massa, si gana pero aun si pierde, en convertirse en un referente importante del peronismo, mucho más moderado que el desconcertado kirchnerismo, con vínculos más que evidentes con la actual oposición política.

La elección de agosto, sin embargo, mantendrá la dinámica de la polarización política. El ensayo jujeño, que burdamente trató de crear condiciones de intervención federal y mostrar el músculo de lo que puede pasar si asume la oposición en diciembre, ocurrió en una provincia en la que Massa tiene intereses políticos (estuvo aliado al gobernador Morales).  

Esa es la paradoja más cruel para el kirchnerismo duro: ahora, con la anuencia de su jefa, deberían apoyar a un candidato que ejecuta una política que ellos repudian.

Cristina, para sostenerse, también ha leído a Maquiavelo:                “Quien engañe siempre encontrará a quien se deje engañar”.

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