Por : OSCAR MARTINES.
El problema de adorar a los becerros de oro.
Buenas tardes, Rodolfo Atilio
–Sergio, ¿por qué nos echaste la culpa a nosotros por la devaluación y la inflación? Vos firmaste todo lo que tenías que hacer para llevarte los 7.500 millones [NdR: de dólares].
–Kristalina, ¿qué podría decirles a mis compañeros? Ustedes son el responsable predilecto. Pero mirá que no fue nada personal. Solo negocios. Ya nos vamos a arreglar.
Ese podría ser un diálogo posible entre Kristalina Georgieva, la jefa del FMI y Sergio Massa, el ministro-candidato.
Y podría concretarse en la próxima Asamblea conjunta del FMI y del Banco Mundial que se realizará entre el 9 y el 15 de octubre en Marrakesh, Marruecos. Massa es un hombre de no perderse ninguno de esos eventos, de los cuales además siempre vuelve con unos dólares en faltriquera. Y el lugar promete mucho, a pesar del terremoto que asoló el país
Pero se supone que el negocio de las elecciones lo mantendrá anclado en Buenos Aires. O no. Todavía no hay definiciones.
Mientras tanto, se mantiene una tensión subterránea entre el organismo internacional y el Gobierno argentino.
La causa es el nivel de incumplimiento del acuerdo que el país (Massa) firmó y que las necesidades de la campaña se llevaron. No cierran los números de reservas, de déficit fiscal o de asistencia al Tesoro, por citar algunos puntos. Más aún: se piensan mantener por ley algunos de los beneficios otorgados, como la asignación de hasta $18.800 en concepto de subsidio al consumo, ya que no se trata de la devolución del IVA.
Pero como siempre dijimos en Bolsillo, que un acuerdo no te cambie la realidad. Hoy, esa realidad se llama votos para el 22/10.
En periodismo, valga la infidencia, el concepto es «que la realidad no te cambie un buen título». Gajes del oficio que Massa y su gente conocen muy bien.
Lo llamativo es que siempre tiene un recurso nuevo.
Ahora que se termina el Dólar Soja IV, debuta el Dólar Vaca Muerta que, como en el caso de la soja, tiene el diferencial de poder liquidar el 25% de los dólares de las exportaciones de hidrocarburos al precio del Contado con Liquidación (CCL), uno de los dólares «no oficiales» que el gobierno mantiene pisado con reservas escasas y, sobre todo, operando con bonos en el mercado secundario. La medida que durará 60 días podría sumar unos US$1.200 millones y no se descarta que se extienda a otros productos de la minería.
De todas maneras, recordamos que la brecha entre el dólar oficial y los «otros» (MEP, CCL y blue) supera el 100%. Un dato que el propio gobierno valida al generar esos «dólares especiales».
Parches que no alcanzan.
Una digresión sin ánimo de inventar la pólvora. Las medidas de ayuda para capear la tormenta de la devaluación de agosto y todo lo que vino después están bien. El problema es que son, excepto en el caso de Ganancias, por poco tiempo. Quizás se extienda la falsa devolución de IVA, pero el resto de bonos y dineros repartidos y a repartir, tienen plazo fijo.
Mientras tanto, los precios seguirán subiendo. Treparon 12,4% en agosto, en setiembre no menos del 11%; en octubre, mes de la definición, ¿cuánto, 9 ó 10%? Luego viene noviembre, momento de incógnita por las elecciones, y finalmente diciembre, el mes de la revelación.
O sea: los parches de asistencia duran 30, 60 o 90 días.
Pero los precios seguirán en aumento, haciendo que la ayuda sea cada vez menos ayuda y más limosna.
El otro parche es el referido al financiamiento de las medidas de asistencia.
Por ejemplo, para compensar a las provincias por la rebaja de Ganancias, Massa propone coparticipar el Impuesto País y el Impuesto al Cheque.
Pero este último es uno de los mayores financiadores del ANSES, el organismo que el gobierno utiliza para financiarse. O sea, es verdad que el dinero es fungible, pero no aparece por generación espontánea.
No solo eso, los $94.000 para los trabajadores informales (en principio, un concepto discutible que el Estado debería comenzar a resolver), saldrán de anticipos de Ganancias para grandes empresas.
Y el año próximo, ¿qué liquidarán esas compañías?
Esta bueno eso de la improvisación permanente y de una creatividad fantástica. Pero la técnica de «vamos viendo» tiene algunos problemas.
Y uno de ellos es que hay vida después de octubre y de noviembre.
Aunque parece cierto que para el ministro-candidato lo que se viene es algo así como cruzar el Mar Rojo esperando que se abran las aguas.
No hay ejército ni faraones detrás, apenas una jugada casi desesperada. Si gano, veré cómo lo resuelvo; y si no, que otro se haga cargo. ¿Se irá a su casa?
Es casi infinita la agenda económica de estos días.
Febriles y casi hipnóticos. Se está jugando más que una elección entre A, B o C. Y alguna de esas letras se juega mucho.
Una prédica en el desierto
Y ya que hablamos del Mar Rojo y porque siempre le damos un toque culturoso al Bolsillo, recomendamos una lectura interesante para estos días: Éxodo 32, en el Antiguo Testamento. Sí, ese mismo, el que habla del Becerro de Oro que el pueblo de Israel hizo construir ya que su líder y conductor, Moisés, no terminaba de bajar del Monte Sinaí en el que estuvo 40 días. El problema de adorar a los becerros de oro en este espacio, que sería algo parecido a las soluciones mágicas, suelen ser las consecuencias.
No se trata de «Pitty la numeróloga» haciendo sus juegos de cifras en el Banco Nación, acompañando al ex marido de la presidenta de la entidad; o de Julio «Chocolate» Rigau adorando las tarjetas de débito de la política bonaerense. No, el sentido es como si fuera un llamado a la sensatez. Entendemos que es un grito en el desierto, pero no está de más. Sobre todo, por la manera en la que terminó la historia del becerro de oro. Vale la pena, créame.
Los números de la crisis
Para terminar: el índice de pobreza que publicó el INDEC, 40,1% y 9,3% de indigencia, generó algún resquemor en el Gobierno y en la marcha de la campaña electoral. Pero no tanto. Sobre todo, porque refiere al primer semestre y no refleja lo peor de la administración que se evidenció a partir de la devaluación.
Existe una tendencia a sobreactuar las potenciales desgracias económicas del gobierno.
Olvidando, quizás, que ya aplicaron remedios más drásticos que una devaluación del 20% o del 40%. Las condiciones son distintas, es verdad. Pero siempre la coyuntura exhibe diferencias que, más temprano que tarde, tienden a unirse en las soluciones que se alejan de la técnica económica para entrar en el plano de la política.
¿Pruebas? ¿Recuerdan la presentación de Sergio Massa como ministro? La prolijidad del power point (alejado del clima naïf de las «filminas») mostraban a un funcionario dispuesto a tomar las riendas de la crisis y, al menos, a encarrilarla para el beneficio de todos. Claro que nunca falta un becerro de oro.
Nos reencontramos el próximo miércoles.