Muchas gracias, Rodolfo,
La administración que se hará cargo cuando el kirchnerismo sea definitivamente despedido recibirá la peor herencia desde 1983, y las expectativas de una fenomenal cosecha que, como siempre, permitiera a la Argentina seguir soñando, se van diluyendo al ritmo de una impiadosa sequía que promete extenderse durante los próximos meses.
La trágica época que vive el mundo, con las criminales acciones de Vladimir Putin en Ucrania y de Hamas en Israel, más los fuertes vientos que soplan en el resto de Europa, en Medio Oriente y en el Mar de la China, debieran resultar en un escenario favorable para las exportaciones argentinas, pero el desastre que produjo sobre todo el aparato productivo nacional el gobierno de los Fernández², con la esencial colaboración del Presidente de facto, Sergio Massa, añade dificultades.
Como dije en la nota, mi mayor preocupación hoy es intentar prever cómo se comportará la ciudadanía, en especial los pobres e indigentes que constituyen más del 50% de ella, cuando llegue la dura realidad, aquélla que el kircherismo ha ocultado o maquillado durante dos décadas.
Hasta el lunes, los mercados habrán tenido la paciencia de esperar el resultado de las urnas, pero es obvio que eso se terminó y que, quienquiera fuera quien se alce con el triunfo el 19 de noviembre (segunda vuelta electoral), tendrá que realizar el indispensable ajuste, que será más o menos ordenada según sea el equipo económico que lo lleve adelante.
Si se dejara exclusivamente en manos de esos mercados porque el ganador no se mostrara a tragar ese amargo fruto, la salida resultará salvaje y sus consecuencias imprevisibles.
Todos sabemos dos cosas que, en este contexto, encienden alarmas rojas: la primera, es que el nuevo Presidente asumirá el 10 de diciembre, esto es, a sólo quince días de las fiestas de fin de año; y la segunda, que esas tradicionales fiestas se sienten más en los bolsillos vacíos, con la consiguiente angustia que genera la incapacidad de dar respuesta a las mesas vacías y el resentimiento frente a aquéllos que pueden hacerlo.
La Argentina tiene una historia repetida de convulsiones sociales (espontáneas u organizadas por los “barones” de los conurbanos de todo el país) en esas fechas y, esta vez, la inédita gravedad de la crisis socio-económica suma inquietud y alarma.
Porque la nueva administración se verá sumamente exigida, por la altísima inflación y la falta absoluta de divisas, para distribuir ayuda alimentaria adecuada y, así, diluir aunque sea parcialmente esas amenazas latentes.
Pero, volviendo a mis expectativas para esta primera vuelta, creo que pasarán ese crucial examen Patricia Bullrich y Javier Milei y aspiro a que aquélla derrote al libertario en la segunda.
Esa aspiración se refiere a que me resisto a imaginar que la sociedad opte por arrojarse al vacío terminal que propone La Libertad Avanza, y no dudo que ese espacio ultrapersonalista y tan dogmático comprobará en los resultados cuánto castigo merecen sus últimos dislates discursivos y sus malolientes asociaciones con lo peor de la “casta”.
Y obviamente, me resisto aún más a que el tan nefasto Aceitoso reciba, en este terrible marco, el apoyo necesario para superar el trance, aunque digan respaldarlo los corruptos intendentes del Conurbano bonaerense, los feudales gobernadores del interior profundo, los eternizados caciques de las menguantes centrales sindicales o los gerentes de la pobreza, todos ellos aterrados ante la expectativa de perder sus innumerables y asquerosos privilegios y canonjías.
Finalmente, creo que todos nos comeremos las uñas hasta que nuestros dedos sangren mientras esperamos los resultados de la inviable Provincia de Buenos Aires, en la cual se ganará mañana por un voto, o sea, hasta que sepamos si el carísimo e impune Axel Kiciloff obtiene (o no) su reelección.
Porque, si lo consiguiera, allí estará localizado el mando central de la resistencia violenta a cualquier tentativa de normalizar la economía, armadas sus patrullas con todo el lumpenaje de los soldaditos del narcotráfico, de los criminales liberados durante la pandemia y de las barrabravas e “hinchadas unidas”, todos financiados con las monumentales sumas robadas por la difundida y estructurada corrupción.
No recuerdo haber vivido un momento tan agonal para mi país, ni visto a la sociedad tan rota y tan angustiada.
Hasta el sábado, cuando muchas de las incógnitas habrán sido reveladas. Dios nos proteja hasta entonces.
Un esperanzado abrazo.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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