Un pais en llamas. Por : JOSE A. FRIELD ZAPATA.-
En la noche del 10 de febrero de este año, en medio de una impresionante tormenta eléctrica , cayó sobre el icónico Cristo Redentor en el cerro del Corcovado en Rio de Janeiro, un poderoso rayo destruyendo parte de la gigantesca estatua. Un fotógrafo brasileño, Fernando Braga, pudo captar este dramático momento para la posteridad. El muy religioso pero también supersticioso pueblo brasileño consideró este acontecimiento como una señal muy negativa para su futuro bajo el nuevo gobierno de Lula que pocas semanas antes, el primero de enero del 2023, tomaba posesión del país por tercera vez.
Las primeras semanas del mandato de Lula confirman que no tenemos que esperar nada bueno en el país mas grande y poderoso del continente latinoamericano, y la intranquilidad, la zozobra no sólo se sienten dentro del país sino también en ámbitos democráticos internacionales. No olvidemos la ideología radical del Partido de los Trabajadores, el PT, que sostiene a Lula, responsable a su vez de la creación del maléfico Foro de San Pablo y sus recetas criminales. No pasemos por alto el fuerte apoyo que está dando esta nueva Administración a organismos como la Celac y otros con pocas credenciales democráticas. En las pocas semanas que Lula está al mando del país, Brasil se ha sumado a la marea roja, de extrema izquierda marxista que está inundando nuestro continente. La cercanía de Lula con los gobiernos dictatoriales latinoamericanos, sean éstos Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia, Colombia, Chile y los que están en la lista de espera como México, la Argentina, Ecuador, Perú, es más que evidente.
Occidente esperaba que Lula da Silva fuera su socio, pero el presidente brasileño tenía otros planes. La visita en abril pasado del canciller ruso Serguei Lavrov a los líderes de las dictaduras más horribles del continente, incluyendo a Brasil, sugiere que Lula se ha acercado a estos países totalitarios, lo que es simplemente vergonzoso. ¿En la última reunión de la Celac realizada en Buenos Aires en enero de este año se vio claramente el rumbo ideológico del nuevo gobierno brasileño, en claro contraste con las valientes declaraciones del actual presidente del Uruguay Luis Lacalle Pou quien manifestó: “Aquí hay países representados que no respetan la democracia ni los derechos humanos, ni las instituciones .“ Y en otra ocasión Lacalle Pou declaró enfáticamente: “La marea roja de la izquierda no llegará al Uruguay”. La reunión de la Celac, que agrupa a 33 países, termino siendo una celebración de las dictaduras latinoamericanas, una cumbre que ungió a Lula en un país, Argentina, cuya democracia se cae en pedazos. En política interna estamos presenciando en Brasil un retraso alarmante de las libertades básicas. A cargo de esta peligrosa embestida totalitaria se encuentra un íntimo amigo de Lula, Alexander de Moraes que no sólo es presidente de la Suprema Corte Electoral del país, sino también al mismo tiempo un importante juez de la Suprema Corte de Justicia del Brasil, acumulando así en sus manos un enorme poder con gran peso político. Alexander de Moraes es cuestionado no sólo por grupos conservadores, bolsonaristas, sino también por grupos de la izquierda que quieren hacer respetar una justicia equitativa para todos los ciudadanos. Se teme que Brasil ya esté entrando a ser una dictadura judicial, una especie de “juristocracia”. Alexander de Moraes, una mezcla brasileña de Rasputín, Richelieu, con elementos de Goebbels, se ha ganado en la población el nombre de Robocop por sus brutales métodos de impartir justicia, o lo que el entiende por justicia. Actualmente está realizando una verdadera caza de brujas contra miembros de la oposición política del país, contra periodistas independientes, contra medios de comunicación nacionales e internacionales que se atreven a criticar los rasgos totalitarios del actual gobierno, lo que pone en tela de juicio a la actual democracia de Brasil de Lula, un ex convicto que nunca fue declarado inocente. La persecución despiadada de periodistas, cantantes, artistas, de humoristas está a la orden del día. Tal es el caso del periodista internacional Glenn Greenwald, del periodista Oswald Eustaquio, del humorista Bismarck Fugazza y del exitoso actor y comediante Leo Linz, cuyas presentaciones fueron suspendidas en varias ocasiones por órdenes directas de Alexander de Moraes.
Este control totalitario se aplica también a nivel internacional. De acuerdo al perseguido periodista internacional Glenn Greenwald “de Moraes se ha transformado en jefe de la censura no sólo del Brasil sino del mundo porque ordena a las plataformas extranjeras a excluir de sus noticias a políticos y periodistas opositores al régimen“. Incluso el empresario multimillonario, dueño de Twitter, Elon Musk dijo públicamente estar preocupado por la situación mediática en el Brasil de hoy.
Dado que Lula no tiene mayoría en el congreso, Alexander de Moraes trata de neutralizar sea como sea esta situación. Ya ha logrado en las últimas semanas que las redes sociales eliminaran a diez miembros destacados del congreso, justamente aquellos que fueron los más votados. Sediento de poder, y con el apoyo de Lula, bajo la hipocresía de salvar la democracia la está destruyendo a pasos agigantados, olvidando que casi la mitad de los brasileños votaron en contra de Lula, y que éste ganó por un mínimo margen. Como ser vengativo y sea como sea, no descansará hasta ver a Bolsonaro detrás de las rejas.
En su reciente y abultada gira diplomática internacional Lula mostró su verdadera ideología anti-occidental; se sacó la careta, entregándose por completo a la dependencia económica de China y Rusia, que ahora pasaron a ser sus socios más importantes. Occidente esperaba que fuera su aliado, pero el presidente brasileño tenía otros planes. En el futuro Lula utilizará a los países del llamado BRICS – Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica – para así ganar poder internacional y satisfacer su ego. Logró además otro gran triunfo al colocar al frente del banco de los países del BRICS, el NBD, Nuevo Banco de Desarrollo, con sede en Shanghai a la defenestrada y corrupta ex presidenta Dilma Rousseff para contar así con una caja adicional para sus delirios de grandeza y influencia internacional.
Triste es presenciar a líderes de países democráticos rendirse a sus pies sin chistar, como el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que le puso alfombra roja durante su visita oficial, atreviéndose Lula incluso a regañarlo por su política exterior. El presidente norteamericano Joe Biden a su vez lo recibió en la Casa Blanca como un amigo y le abrió las puertas como el interlocutor decisivo en Hispanoamérica. Su polémica frase: “Nuestras democracias fueron puestas a prueba, pero prevalecieron” indica el acercamiento personal entre los dos líderes mundiales. La evaluación de John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano, sin embargo fue bien diferente afirmando pocas semanas después que “Brasil y Lula repiten como loro la propaganda de Rusia y China”. En Europa el único mandatario que se mantuvo bastante distante de las propuestas de Lula ha sido el Canciller alemán Olaf Scholz, y la prensa alemana en su mayoría expresó grandes dudas acerca de la política exterior del actual gobierno brasileño. Es evidente que toda esta estrategia diplomática brasileña tiene también el propósito de catapultar a Lula como el próximo candidato a la nominación del Premio Nobel de la Paz, contando con el seguro aval de los países latinoamericanos del socialismo del siglo 21. Años difíciles le esperan al pueblo brasileño hasta que se realicen las próximas elecciones en el año 2026. Afortunadamente el país ya cuenta con excelentes candidatos de la oposición, como lo señala el presidente de la Cámara de Diputados Arthur Lira, entre ellos a los gobernadores actuales de los Estados de Rio de Janeiro Claudio Castro, de Minas Gerais Romeu Zema y de San Pablo, Tarcisio de Freitas, que bien se cuidarán de no repetir los errores de Bolsonaro. Hasta el momento Lula ha descartado la posibilidad de participar en la disputa presidencial del año 2026 por motivos de su edad avanzada. Dicho con sus propias palabras: “Tendría 81 años y la naturaleza es implacable.” Pero al mismo tiempo deja una puerta abierta de seguir al mando del país en caso de que la situación del Brasil lo demandara.