PUTIN.
Por : Ricardo Israel – 19/06/2023.-
La verdad es que la respuesta es ambigua. Si llegara a ocurrir, por cierto que se abriría un escenario de negociación en la invasión rusa, pero no lo veo como algo posible o probable, ya que no ha surgido evidencia que ello está ocurriendo, ni siquiera que esté perdiendo control sobre el país, aunque es indudable que se han abierto fisuras que eran impensadas hace algunos meses, tal como ha quedado demostrado en la disputa pública entre el ejército y los mercenarios al igual que en los ataques a territorio propiamente ruso por insurrectos armados, apoyados por Ucrania.
Por ahora, la invasión no ha doblegado a Ucrania y ha logrado reactivar y unir a la OTAN que andaba en busca de algo que justificara su existencia, y a pesar de que la guerra no ha conseguido sus objetivos y que la invasión no solo ha violado el derecho internacional sino también perjudicado a Rusia, la verdad es que no se ve un desafío que ponga en riesgo su poder, y a no ser que exista una derrota catastrófica de Moscú no se cumpliría el subproducto que algunos en Washington desearían, que es un nuevo habitante del Kremlin.
Por su lado, la amenaza del uso de armamento atómico táctico es el arma con la que se busca evitarlo, y la línea roja podría incluso ser Crimea.
La Unión Soviética ya no existe.
Como anticomunista declarado, no es su recreación lo que lo motiva a invadir Ucrania.
Lo que existe es una total continuidad de la visión de la madre Rusia desde el zarismo hasta el día de hoy, incluyendo las demandas territoriales del estalinismo.
Ello también se refleja en que no es posible entender la Rusia de hoy, sin la forma en que se autodestruyó la Unión Soviética, ese acontecimiento que Putin califica de la mayor tragedia geopolítica del siglo XX, la desaparición de ese imperio.
No es la primera vez que ocurrió en el siglo XX, toda vez que el fin de la Primera Guerra Mundial trajo consigo la desaparición de nada menos que cuatro imperios, tal como me recordaba uno de mis abuelos, el ruso, el austrohúngaro de los Habsburgo, el africano del Kaiser alemán y el otomano, con consecuencias territoriales hasta el día de hoy, por ejemplo, en el medio oriente.
Por su parte, el fin de la segunda guerra mundial fue el inicio de la descomposición de los imperios británico y francés, países que pasaron a ser hasta el día de hoy, potencias de segundo orden.
La línea que lo une con la idea zarista del poder también se expresa en la alianza de Putin con la religión, toda vez que su poder tiene al mismo tiempo una base de apoyo en la síntesis entre autoritarismo, nacionalismo, religión ortodoxa, y en esa continuidad estratégica que nos remonta al zar, una realidad que no es adecuadamente explicada en la cobertura periodística y en los análisis expertos occidentales de la Rusia de hoy.
Esa realidad también se expresa en otro rasgo que nos remonta a los zares, una oscilación entre admiración e imitación de tecnologías occidentales y el temor a ideas liberales, y a invasiones que han venido desde allí, tal como ocurrió con Napoleón y Hitler.
Putin, al igual que Gorbachov, argumentó durante años que el derrumbe de la ex URSS había sido tan rápido que había quedado pendiente la definición de un acuerdo de seguridad con Rusia, su sucesora, tal como lo existió en la guerra fría.
De lo que no hay duda es de dos cosas, que la invasión a Ucrania dinamitó el puente de esa conversación, y que mientras permanezca Putin toda conversación sobre Ucrania que no sea un simple cese de fuego, va a hacer que esa demanda vuelva a estar sobre la mesa, y para eso, Estados Unidos no parece hoy disponible.
¿Pero qué pasaría si Putin no estuviera en el Kremlin?
Putin todavía se resiste a llamar guerra a la invasión y sigue hablando de una “operación especial”, motivado por esa falsa idea que los territorios que desea quitarle a Ucrania fueron y son rusos.
Con esta invasión, no surgió la tercera guerra mundial que algunos temieron, en cambio fue la primera guerra global del siglo XXI, por sus impactos planetarios en energía, inflación y alimentos, con sanciones que no han cumplido su objetivo de inutilizar la industria armamentista rusa y doblegar su economía. Han sufrido, pero nada comparable a la inmensa destrucción de Ucrania. Incluso, es posible que los intentos iniciales de “cancelación” en el arte, deporte y cultura rusa pueda haberlo fortalecido.
Un efecto duradero es algo que no había existido nunca, una alianza y con continuidad territorial entre dos adversarios en la historia, Rusia y China.
Esta es una alianza en desarrollo, donde Rusia es el socio menor y a la cual China la siente como un regalo para su objetivo de desplazar a Estados Unidos como la gran superpotencia del siglo XXI.
Es una creciente realidad, donde la invasión de Ucrania hizo reaparecer por la puerta grande a la geopolítica y a la historia, y la globalización sin duda alguna dejó de ser un fenómeno solo económico, lo que se refleja también en el rearme y alejamiento del pacifismo de Alemania y Japón, al igual que la reaparición de la retórica de los no alineados de la mano de India y Brasil, aunque al igual que el protagonismo de los BRICs, puede ser un fenómeno de limitado alcance.
Escenarios sobre Putin abundan y son variados.
El listado incluye la posibilidad de un golpe palaciego en el Kremlin, una derrota catastrófica en Ucrania, un escalamiento en la disputa de los generales con los mercenarios del grupo Wagner de Prigozhin, un atentado, una reducción de sus atribuciones, etc., etc.
El denominador común es que nadie volvería a tener, por lo menos en el corto plazo, el poder de Putin, que ha gobernado en general con astucia a los distintos grupos que han girado a su alrededor, desde los ideológicos a los económicos.
Putin fue también el producto de circunstancias muy especiales, tales como la muy rápida desintegración de un imperio, y una década muy difícil para todos los rusos como fue la del 90 que trajo consigo la aparición de grupos criminales, fortunas mal habidas y súbitas de quienes se quedaron con las viejas empresas estatales, un capitalismo de amigos, y sobre todo, una gran pobreza para las masas cuando todavía no aparecía un nuevo sistema, que hizo perder sus ahorros a muchos que fueron lanzados al desempleo, y que tuvo como consecuencia el descrédito del mercado y de las ideas liberales, el que perdura hasta el día de hoy, toda vez que no existe al igual que en el pasado de Rusia ninguna alternativa liberal, tanto que electoralmente, el segundo lugar detrás del partido de Putin ha sido muchas veces del viejo Partido Comunista.
Sin lo anterior, no se entienden las cuotas de poder de Putin. Tampoco la popularidad que disfrutaba antes de la invasión y que puede haber influido en su decisión de invadir, suya, solo suya.
Para entender adecuadamente su acumulación de poder hay que agregar también a la guerra de Chechenia, que trajo a Rusia algo semejante a un proto Estado Islámico, similar en su terrorismo al del medio oriente, a la que Putin puso punto final a través de bombardeos que hicieron tierra arrasada de esas localidades del Cáucaso.
Fue también otro punto de distanciamiento con Occidente que acusó a Moscú de violación de derechos humanos, algo que todavía se resiente y que reaparece una y otra vez en la lista de reclamos, junto al bombardeo de Serbia y la creación de Kosovo, que agregan sin mucho sentido para el oído occidental, a las quejas contra la OTAN.
En la lista de escenarios posibles el más terrible es el de la desarticulación, en el sentido que el proceso de descomposición de la Unión Soviética podría repetirse esta vez en Rusia, es decir, que Rusia se divida en varias partes, siguiendo un poco la línea de sus diferencias étnicas y religiosas, de las cuales el Cáucaso y la minoría islámica es una expresión entre varias a su interior.
Por mi parte, creo que el escenario más probable consulta una mayor importancia para los gobernadores, algunos de ellos electos tan recientemente como en septiembre del año pasado, en 14 regiones de Rusia más las cuatro ucranianas anexadas.
En la mayoría de ellas ganaron los candidatos respaldados por Putin y el partido oficialista Rusia Unida, aunque algunos se presentaran como independientes.
Estos gobernadores han adquirido un renovado protagonismo con la invasión, los esfuerzos de conscripción, y aun como portavoces de la guerra cuando esta ha llegado a sus territorios.
Esta función no debe ser menospreciada en caso de un cambio político en el Kremlin, ya que la estructura existente en 1990-1991 fue fundamental en el nacimiento de 15 republicas independientes de las cenizas de la URSS, toda vez que esa división administrativa constitucional tomó el lugar de lo que había desaparecido, tanto en lo militar como en la soberanía, por lo que no hubo necesidad de inventar algo de la nada, sino que se ingresó rápidamente a la transición, existiendo líderes todavía activos que vienen desde los 90,s como es el caso de Lukashenko en Bielorrusia.
Un escenario de este tipo refleja mejor la antigua continuidad del estado ruso, y a mi juicio, es más probable que una balcanización de su territorio.
Quizás también sería más beneficioso para el pueblo ruso que un conflicto interno de mayor intensidad, inestabilidad que también terminaría repercutiendo en la paz mundial y en el equilibrio europeo.
Por ahora, nada indica que Putin sea reemplazado pronto, y si llega inesperadamente a ocurrir, lo más probable es que no haya un cambio rupturista en quien o quienes lo reemplacen, y contrariamente a lo que se supone, podríamos volver a presenciar demandas conocidas, aunque sea en un envoltorio distinto.
Todas son enseñanzas para USA, que debe extraer lecciones del porque las sanciones no cumplieron su objetivo, y que, a pesar de que Europa, Japón y Australia han estado sólidamente detrás de Ucrania, América Latina, África y parte de Asia han girado entre la distancia, la comprensión de Rusia y la indiferencia, lo que va a ser indudablemente más complicado con China, dado su poder económico.
Sin embargo, aunque permanezca en el poder, el cerco de lo posible en derechos humanos se ha corrido para Putin.
Nada indica que vaya a ser detenido o termine siendo juzgado o condenado, como tampoco espero algo semejante para ningún país del nivel de Estados Unidos o China, pero seguramente en la próxima guerra de agresión se le va a aplicar a alguien, aunque las realidades muestran que probablemente va a ser en África, tal como ha sido la experiencia con la Corte Penal Internacional.
No se ha avanzado lo suficiente, pero es un inicio, es el vaso medio lleno y no permanentemente vacío en la adjudicación de responsabilidades. Si se avanza, como parece, hacia una negociación, ¿qué pasaría allí con Putin?
La respuesta es probablemente más de lo mismo que conocemos, es decir, va a depender de la narrativa y de cómo se le presenta a la audiencia de cada uno.
Si aparece un nuevo escenario de negociación, ¿se parecerá este a lo que conocemos del medio oriente o al de la península coreana? ¿Algo nuevo?
Quizás solo se va a clarificar para todos cuando ya haya evolucionado la confrontación con China.
Entonces, para USA la pregunta será si va a recomponer algún tipo de relación con Rusia y quizás con Putin, como parte de ese esfuerzo, es decir, lo que ahora no parece existir.
Por otra parte, no es seguro que ello pase, ya que no se divisan hoy ni los Kissinger ni los Zhou Enlai con la capacidad de convencer a otros, para reconducir el timón de las respectivas naves del Estado como pasara el siglo pasado en Beijing
@israelzipper
Abogado, PhD. en Ciencia Política, excandidato presidencial en Chile (2013)
Fuente: Interamerican Institute for Democracy.