NUESTRAS EMISIONES DE RADIO AL ESPACIO. Nuestras emisiones de radio ocuparían un tamaño similar al del punto verde a la derecha del núcleo galáctico.
Foto: NASA/JPL-Caltech/ESO/R. Hurt
Entre otras cosas, estas ecuaciones explicaban matemáticamente cómo las ondas electromagnéticas podría propagarse a la velocidad de la luz. Heinrich Hertz se propuso comprobar precisamente esto y llegó a generar y detectar lo que se llamó “ondas hertzianas”, que no eran más que ondas de radio, las primeras ondas electromagnéticas detectadas con una frecuencia diferente a la de la luz visible. Apenas unos años después del descubrimiento de Hertz, el italiano Marconi construyó el primer telégrafo inalámbrico, que utilizaba señales de radio para transmitir la información. Logró transmitir señales a través del océano Atlántico, lo que abrió el camino al desarrollo de la radio como medio de comunicación a larga distancia. Poco a poco, los emisores y receptores utilizados fueron mejorando y perfeccionándose. Con la llegada de dispositivos como el triodo y la construcción de antenas más sensibles y robustas, el camino a la radioastronomía se iba allanando.
En la década de 1930, Karl Jansky descubrió señales de radio provenientes del espacio exterior. Él no era astrónomo, sino un ingeniero de los Bell Labs al que le habían encargado la tarea de localizar y minimizar el ruido presente en las transmisiones transatlánticas. Jansky observó que la señal de radio que observaba tenía un máximo que se repetía cada 23 horas y 56 minutos, el tiempo que tarda la Tierra en completar una vuelta sobre sí misma. Con el tiempo acabó dándose cuenta de que el origen de estas ondas estaba más allá del sistema solar, en la constelación de Sagitario. Hoy sabemos que se trataba de la región central de la Vía Láctea.
Desde entonces nuestra capacidad para detectar y emitir ondas de radio ha mejorado considerablemente, aunque pensamos que no lo suficiente como para ser capaces de detectar una civilización con un desarrollo tecnológico similar al nuestro situada a años luz de distancia. La primera emisión de ondas de radio la realizó Marconi alrededor de 1895, aunque él mismo no era capaz de detectar sus señales a 1 kilómetro de distancia de la fuente. Las emisiones de radio y televisión durante el auge del partido Nazi en Alemania se consideran como las primeras emisiones con potencia suficiente como para poder ser detectadas desde más allá de nuestro planeta. Estas tienen casi 90 años de antigüedad. En ese tiempo no solo se han alejado, también han perdido intensidad, por el simple hecho de que una señal que debía llegar a receptores situados en el planeta Tierra ahora tiene casi 180 años luz de diámetro.
Dentro de esa esfera de espacio interestelar hasta la que han llegado nuestras ondas de radio se encuentran miles de estrellas diferentes. La mayoría de ellas son enanas rojas y un pequeño porcentaje son similares a nuestra estrella. Probablemente la mayoría de ellas tendrá algún planeta orbitando a su alrededor, aunque es poco probable que alguno de ellos tenga una civilización con la tecnología necesaria como para detectar señales de radio humanas emitidas sin la intención de ser escuchadas. Las únicas emisiones de radio que podríamos esperar que fueran escuchadas, en caso de que hubiera alguien ahí fuera capaz de hacerlo, serían aquellas enviadas a un sistema estelar concreto. La direccionalidad de estas emisiones evita que pierdan tanta energía al recorrer tan largas distancias. Aún así, necesitaríamos esperar décadas para recibir la respuesta, además de que esas emisiones han sido enviadas a un minúsculo porcentaje de los miles de estrellas que podrían recibirlas. Mucha casualidad sería que hubiéramos escogido justo la estrella correcta a la que enviar dichos mensajes.