Después de pasar cuatro años recitando el mantra: “Ah, pero Macri”, el mismo lunes acuñó “Ah, pero Milei” intentando transferir a éste la última responsabilidad de la catástrofe que ha producido en el país.
Ha pasado sólo una semana desde el ballotage (aunque parezca un siglo) y, pese a lo escaso de ese lapso, el ganador se ve permanentemente acosado por el periodismo que trata de confirmar las identidades de un gabinete que aún está en formación.
De todas maneras, el famoso “teorema de Baglini” ha resultado exacto una vez más, ya que los temas más rupturistas del nuevo Presidente, aparentemente, han quedado para tiempos más lejanos. Espero que los más jóvenes de sus electores y, por ello, más impacientes, entiendan que la situación económico-social es tan grave que impide, a riesgo de matar al paciente, el uso de la motosierra y es indispensable usar un fino bisturí.
Pero, sobre todo, mis esperanzas están cifradas en que no cometa el mismo y gravísimo error en que incurrió Mauricio Macri cuando, siguiendo los consejos de Marcos Peña y Jaime Durán Barba, ocultó la realidad a la sociedad para no aterrarla; cuando quiso corregirlo, y publicó “El estado del Estado”, un libro que nadie leyó, ya fue muy tarde y la herencia había sido aceptada sin hacer siquiera el inventario previo.
Milei debe, por respeto a la ciudadanía, de inmediato enumerar todos los datos reales de la verdadera situación del país, explicar claramente su plan de gobierno (que debe incluir a su brigada de explosivos para el desarme las muchas y peligrosísimas bombas cebadas que deja el cuarto kirchnerismo) y convocarla a salir a la calle a respaldar a su gobierno aún en las horas tan amargas que sin duda deberemos sufrir por algún tiempo.
La resistencia al cambio será enorme y, seguramente, salvaje, por lo menos al principio, pero –si se confirma su designación como Ministro de Seguridad- allí estará Patricia Bullrich, a quien nunca le tembló el pulso, para meter a los violentos en caja, o enviarlos a la cárcel.
Uno de los hechos más canallescos de este corto tiempo transcurrido desde el ballotage fue la orden de Cristina Fernández a su bloque de senadores para que impongan como Vicepresidente 1° del cuerpo (tercero en la línea de sucesión presidencial) a un kirchnerista; con ello, ha explicitado su vocación por interrumpir, de mala manera, el mandato del libertario.
Hay tanto para corregir que la tarea será ímproba y, de sólo pensarlo, da escalofríos, pero “el loco” Javier Milei parece estar dotado de una inusual fuerza de carácter y de una tenacidad a toda prueba, características que, para sorpresa de muchos (yo mismo entre ellos), lo depositaron en volandas al sillón de Rivadavia.
Lo más notable es que logró el triunfo diciendo de verdad qué haría como Presidente, y no es precisamente un mentiroso.
No hizo promesas vacías y, por supuesto, no habló de lechos de rosas imposibles; muy por el contrario, se explayó sobre la sangre, el sudor y las lágrimas que resultarán necesarios para emerger desde el fondo del mar en que nos encontramos desde hace ochenta años, especialmente lastrados durante los últimos veinte.
El domingo 10 debemos todos concurrir a la Plaza de Mayo y acompañar a Milei en su asunción, ratificando con nuestra presencia el apoyo que recibió de casi el 56% del electorado, y rezando para que tenga éxito en su gestión.
Hasta la próxima.
Un abrazo fuerte e ilusionado.
9 dic 2023, 12:11 a.m.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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